25 abr 2012

La reina.


Soplando el viento
está contra tu cabello
de seda.

Abriéndose los pétalos
están, loto sagrado,
alma de jardines.

La reina aterriza en la flor,
absorbe su néctar,
le arranca el elixir.

Pero ella morirá sin
entender lo que ha hecho,
acabando con tanta belleza.

El sufrimiento absorbe
tu esencia, y se
alimenta de vos.

Y éste, al igual
que el insecto, acabará por
destruir todo a su paso.

Mezclándose el alba
está, sin embargo, con
este cielo, vestido de piel.

18 abr 2012

Vino.

-Es casi como oler un vaso de vino y no beber de él.- soltó tras el silencio, clavando la mirada a la copa de cristal que contenía la bebida carmín, danzando en sus dedos.
-Llego a percibir la esencia crepitar en mi nariz, y mi cuerpo se predispone a tatuarse de cárdeno. Sin embargo, una parte de mi, mi boca, mi lengua, me piden piedad.
Tras el sorbo que vació la copa, la piel como un relámpago, se le tornó erizada, como la de las caminatas de invierno a lo largo de la orilla.
Se estremeció rabioso.
-Es casi como este ritual de máscaras que bailan y se mueven con gracia, con sonrisas burlonas y macabras, este vasto vals, de piernas sin torsos, de rostros sin gestos. Es esa gota de vino, la gota que me mata de sed.
No era la primera vez que ahogado y con el cuerpo empapado en sudor, interrumpía su sueño para hablarle al alba.
La calle mansa y envuelta en el crepúsculo siempre había sido un buen oyente. El asfalto siempre había amortiguado bien sus lágrimas.
Sin embargo, al caer rendido ante el sueño, víctima de la jaqueca y con el rostro envuelto en gotas de dolor, lo olvidaría todo.
Las palabras románticas y las ocasiones de amor nunca volverían a ser oportunas.

5 abr 2012

Hoy.

La eternidad nos pertenecía, como un león agazapado en el tiempo, como una pluma que se balanceaba por el sinfín de corrientes de aire.
Los segundos nos esperaban, como el "toc-toc" interminable, de los zapatos impacientes, en una estación de tren perdida en el tiempo.
Éramos una incógnita tan deliciosa, como la curiosidad que al gato mató, a su rabillo del ojo, a nuestras miradas sesgadas.
Éramos un abrazo que no sabía terminar, éramos un beso que no supo llegar.
Pasábamos las horas sabiendo que ese momento algún día iba a llegar, indefectiblemente, a nosotros.
Pero ahora, que me mirás desde el horizonte, que se difumina con el tiempo y con el lugar, voy corriendo hacia la eternidad, y mientras corro y te llamo a gritos mudos, a llantos sordos, cumplo mi condena.
Hoy.