Y es este horario fatal,
tan lejano al azar,
tan cercano al destino,
el que me impide descansar.
Y esta voz raspada,
ajada de que grite,
cansada de que llore,
es mi mejor escondite.
Y es esta luz tenue,
que baila con mis ojos
tan cruel, y tan idéntica
a la de tu dormitorio.
Y son estas palabras,
un paño que flamea en el muelle,
un hasta luego,
un adiós y un buena suerte.
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