Nos gustaba saltar por la calle y jugar a no pisar las líneas de las baldosas. Solíamos bajar corriendo las rampas y terminar el recorrido abrazándonos para protegernos del frío.
Pero ahora que nada es igual, ahora que nada me toca y soy todos para verte, y soy nadie para extrañarte.
Nos convertimos en las cenizas de un fuego que, alguna vez, supo arder. Somos el vestigio de un cuento de amor que existió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario