2 ago 2012

Amarnos.

Quizá amarte fue aquella vez en la que al abrirse el ascensor, yo estaba ahí en mi mejor traje y con un ramo de rubíes y esmeraldas asomándose. Y vos sonreías, y yo estaba ahí.
O también fue ese vino barato, que compartimos sentados en la vereda cantándonos lo que nos amábamos y susurrándonos suspiros, borrachos los dos, lo que yo llamaba amarte.
Quizá nunca entendí que amarte fue despertar a tu lado en la mitad de la noche, y encontrar nuestros cuerpos relucientes de sudor, envueltos en una agitada confusión.
O también aquella mañana en la que el agua hervía, y la pava chiflaba, que no nos atrevíamos ni a mirarnos ni a emitir ningún sonido, como dos fantasmas color turquesa.
Quizá amarnos fue gritarnos en la cara y no escuchar lo que el otro decía, mientras vos llorabas de bronca y yo lloraba de impotencia.
O también aquel cigarrillo que compartimos en silencio, sentados sobre el suelo color caoba del comedor, vos enfundada en tu camisón blanco y tu piel marcada por la almohada, y yo con mi camisa arremangada mirando al vacío.
Quizá amarnos fue, en verdad, la nada, atravesar juntos el pórtico de mármol, pisar la acera, apuntarnos una mirada unos segundos, y despedirnos en silencio.
Pero amarte fue el momento en el que al darnos la espalda en el gris adiós, yo me di la vuelta para ver si me mirabas, y vos caminabas hacia adelante, y tu silueta se encogía.

1 comentario:

  1. No sé si estoy mas enamorada de Bob Dylan o de lo que escribiste.

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