25 nov 2011

Los años de la vida.

A las 4.35 se levantó agitado por una pesadilla que no lograba recordar. Miró hacia ambos lados de la cama, recobró la orientación y se reincorporó a un lado de la cama, sentándose cabizbajo encarando a la ventana. Ella dormía a su lado. A él le aterrorizaba verla con los ojos cerrados.
Encendiéndose un cigarrillo reflexionó unos segundos. La cama estaba deshecha y la frazada caía lánguidamente a medias al suelo.
Cuando logró recuperar el aliento, se dignó a mirarla a los ojos. Bueno, o algo así, se dignó a mirar a la frialdad de sus ojos dormidos, perdidos en el infinito de la mente.
Una brisa fría se escabullió por la ventana. Su piel se erizó.
Una lágrima cayó sobre su muslo al darse cuenta que se habían convertido en desconocidos y al tener la certeza de que el tiempo no lo iba a cambiar.

Los rayos de la luna chocaban violentos contra las ramas de los árboles, y los halos de luz plateados que éstos dejaban, se dejaban caer contra el pasto fresco y húmedo. Sentía limpios los pulmones.
Ella le preguntó a dónde se dirigían y él, con sumo cuidado y sin quitarle las manos de los ojos, le dijo que aguarde unos segundos. Al pasar por la imponente secuoya, le destapó los ojos y retrocedió unos pasos hacia atrás, y la dejó encontrarse con el carrousel abandonado. Ella volteó y le enseñó una sonrisa infantil y echó a correr hacia el carrousel, mientras de él caían hojas secas del techo oxidado.
Él le ofreció una mirada a los árboles que rodeaban el lugar, y mientras se acercaba y la veía correr, supo de inmediato que se había vuelto a enamorar.

La bufanda escarlata volaba hacia atrás y el viento le daba con ímpetu en el rostro. Se sentó en el suelo y contempló la lápida, amparada por un árbol sin hojas de unos 2 metros, mientras dejaba descansar los brazos sobre las piernas.
Sus pensamientos se disparaban en su cabeza como un sinfin de flechas volando de aquí para allá. Hasta que la imaginó en un infinito totalmente blanco. Ella le sonreía y le asintió con gratitud.
Se levantó y se quitó la suciedad del pantalón. Miró una vez más la lápida, y satisfecho, volteó para emprender el camino de regreso.Estaba por marcharse cuando palpó en su bolsillo el encendedor. Pensó que sería de mal gusto, pero a falta de algo mejor que dejar (y en forma de promesa), lo apoyó sobre la lápida y se dignó a marcharse. Fue raro que al hacerlo, no había tristeza en su rostro, sino que una sonrisa que recordaba los años de su vida, se dibujó en su semblante.

Monstruos.

Hay algo que se mueve en el fondo de nuestro hogar. Ese algo se está escondiendo bajo las paredes teñidas de vejez.
Son los recuerdos de ayer, que rugen, que queman. Son los monstruos que por la noche, mientras dormimos plácidamente, podemos escuchar.
Hay alaridos agitados, confundidos, que sucumben al pánico y quieren escapar. Son gritos que se esconden bajo el encierro y la humedad.

Lejano se oye el auxilio desesperado que ignoramos.
Y se llega a escuchar el movimiento sin sentido de los ojos.
Pero los monstruos piden a gritos salir, mientras corren hacia un lado y hacia el otro.

Ese algo que se mueve, que se esconde, que ruge y quema son las miserias que enterramos, en el fondo de nuestra mente y el corazón nuestro.
Son las tristezas que ocultamos bajo una máscara de ébano.
Es eso terrible que dentro de cada uno de nosotros se encuentra, y que escondemos frágilmente bajo un disfraz y pretender así, que reímos.

Esos monstruos que por las noches, cuando al fin estamos solos, dejamos escapar para que corran libremente por nuestras mejillas para terminar salpicando el suelo.

6 nov 2011

Presente

Siempre fue una duda en mí
la existencia del presente.
Las milésimas de segundos
que pasan sin piedad,
ya han pasado.

Y todo lo que vendrá
y lo que está por venir,
expectante
y cautivo,
todavía no ha llegado.

Y los segundos que llegan
son tan cortos y tan
cruelmente efímeros,
que en un simple pestaneo,
se han acabado.

Quizás el instante
en el que me mires a los ojos
y me sonrías
será el presente
que tanto he esperado.

21 oct 2011

Tocar fondo.

No sabía que le deparaba cuando la penumbra lo envolvió. El asfalto de la calle desierta le besaba la suela de los zapatos negros de cuero, mientras la bufanda crema flameaba hacia atrás. Con las manos en los bolsillos se apoyó contra la pared, justo en la esquina donde paraba el 112.
Jugueteó con el encendedor unos minutos, y al alzar la mirada, no vio más que calle que se fundía con la oscuridad.
Tras unos momentos, se sentó en la vereda y, sin soltar el encendedor para prenderlo, elevar la llama, volverla a disminuir y apagarlo nuevamente, pensó en lo que la vida le había destinado en las últimas 3 horas.
La cuestión no desembocaba en lo que la gente pensó de él cuando se fue, sino en si ella había reparado en que se había retirado con los ojos rebalsando de lágrimas. Justo antes de alcanzar la salida, una persona, que no llegó a distinguir entre tanto acaloramiento y distorsión, le preguntó a dónde iba, a lo que respondió que iba a "tomar aire y encenderse un cigarrillo".
Había tocado fondo.
Pensó que lo bueno de tocar fondo, era que no se podía descender aún más.
En cuanto terminó de formular el pensamiento, el 112 ya había doblado la esquina y, con un felino salto, se puso de pie y paró el colectivo.
Al subir los escalones, le indicó al colectivero, un hombre de nariz enrojecida y rulos despeinados y canosos, un viaje de 1.20.
Hurgó en el bolsillo del jean gastado para conseguir monedas. Sintió el tacto de una moneda grande y apenas se le esbozó una ilusión en el rostro.
Metió todas las monedas sin ver su valor y la pantalla hacía conocer su cruel veredicto:
"1.15"
Apretó el botón y volvió a meter todas las monedas, pero sin embargo el veredicto final era el mismo.
Sin decir palabra, el colectivero lo miró de reojo y marcó 1.10.
Agarró el vuelto de 5 centavos y empezó a caminar, pero se detuvo en seco.
Dejó la moneda de 5 sobre la máquina del conductor, le sonrió, y se adentró en la oscuridad del colectivo.

28 ago 2011

La banda ya salió al escenario. La gente aplaude emocionada. Los rayos del sol nos pegan en los ojos y nos hace entrecerrar los ojos, pero la sonrisa siempre está presente en nuestros rostros. Un muchacho se acomoda los anteojos y busca algo en su cesto. El bajista tocó una nota para probar el sonido, los integrantes de la banda hablan entre ellos. Una chica de largos cabellos lanza una carcajada pegadiza y hermosa. Se acomoda su camisa floreada y se recuesta en el suelo.
El pasto es suave y no hay preocupación, la gente baila y ríe. Los niños corren descalzos por el escenario y juegan con flores en sus cabezas. Es tan hermoso que asusta.
¿Sabrá alguien que estamos aquí? ¿Le importamos a los demás? ¿Nos importan los demás?
¡Cuán en vano es responder! Si sabemos que estamos aquí, somos ahora, el sol nos da en la cara y la banda va a empezar a tocar.
Quisiera estar así toda mi vida, pero la tarde oscurece, la tarde oscurece.

12 ago 2011

Sólo un poco de lluvia.

-Puede pasar, pero está muy frágil, tenga cuidado -dijo con un tono entre desconfiado y exhausto el doctor-.

Se asomaban bastantes nubarrones en el cielo gris, la tarde estaba oscureciendo, ya era tarde... muy tarde.
El cuarto blanco contrastaba con el día y con el estado en el cual se encontraba su padre, postrado a la camilla y conectado a una máquina que emitía un tick débil y regular.
Santiago se apoyó contra la pared, posando uno de sus pies contra la misma, en una postura cabizbaja, mientras contemplaba las cuadradas baldosas blancas, habían pulido el piso recientemente.
Era una situación angustiante e incómoda, aunque estaba acostumbrado, en ninguna de las visitas previas, durante todos estos 7 meses, había hablado con su padre, simplemente se quedaba ahí, a veces mirando al suelo, a veces mirando al techo, a veces mirándolo.
Siempre sentía unas ganas abismales de prenderse un cigarrillo, aunque eso hubiese sido un acto de lo más descabellado e irracional.
Agarró una silla y se sentó, con los brazos cruzados sobre el respaldo y la cabeza entre ellos.
El moribundo sonido de la voz del padre reptó hasta los oídos de Santiago:
-No... no...
Santiago levantó la cabeza y intentó confirmar que era, precisamente, su padre el que había hablado.
-Eh, enferme...
-No... no... acér...cate -se apuró a interrumpir su padre.
Se acercó a la camilla y, arrodillándose a un lado, le preguntó con una tierna y preocuada voz, casi infantil:
-¿Qué dijiste papá?
-No... no quiero... más... no -agonizó-.
-Papá... no entiendo -dudó con miedo-.
-Hace... hace demasiado tiempo... que estoy así -comenzó y logró obtener algún impulso-. No noto el paso... del tiempo. Todos los días... son tan... iguales Escucho... a los pájaros... cantar. ¡Ay, qué... hermosas voces! Deben ser tan... lindos cuando... vuelan. -Los ojos de Santiago resplandecieron; su padre prosiguió:
-Escucho la lluvia... caer ferozmente sobre el techo de chapa... pero nunca la puedo ver, nunca puedo... no... ¡No quiero más!
-Por favor, debes relajarte -interrumpió y sugirió él.
Pero su padre no hizo caso alguno.
-Por favor... hijo. Todo... todo lo que quiero... es, es... tan sólo... un poco de lluvia.
El tick que emitía la máquina sonaba seco e interminable, envolvió a la habitación en un profundo silencio.
Santiago pudo ver, por primera vez en muchos años, en los mismísimos ojos de su padre, una llama de pasión, y al mismo tiempo veía en su cara una terrible tristeza.
Con una lentitud extrema y atroz, la mano de Santiago empezó a acercarse al enchufe del cable que conectaba la máquina y mantenía vivo a su padre.

Salió del pasillo del hospital, y casi al poner un pie en la rampa que descendía a la calle, una violenta y rabiosa lluvia comenzó a caer. Se corrió a un lado donde el techo no lo protegía de la lluvia y, luego de ubicar la ventana de la habitación de su padre y divisar a las enfermeras desesperadas, miró hacia arriba y dejo que las miles de gotas cayeran sobre su rostro.
Santiago quebró en un llanto y, mientras en la avenida los autos iban y venían a bocinazos, se desplomó en el suelo, arrodillado, mientras su llanto parecía no tener consuelo, y mientras miraba al suelo, no pudo encontrar en lo más profundo de sí mismo, ni paz ni perdón.

Sus lágrimas se confundían con la implacable lluvia, que golpeaba sin piedad en su espalda.

3 jul 2011

No me sueltes.

"No me sueltes"
Porque mi tren ya ha partido. Porque ya no hay vuelta atrás. Porque te estoy susurrando al oído mientras escribo. Porque, por más cruel y crudo que suene, ese fue el único momento en que fuiste mía.
Por eso escribo lo que no te pude decir.
Escribo lo que tendría que haberte dicho, en el patio de atrás, apoyados en un abrazo, y tiernamente me aconsejaste que entremos, que se estaba haciendo tarde, que espacio, que tiempo.
Escribo lo que tendría que haberte dicho luego de que te pedí que nos quedemos.
Escribo lo que, luego de que una brisa fresca pasara por mi nuca y yo intente conservar el calor de tu cuerpo abrazado al mío, en vez de resignarme y entrar, debí haberte susurrado al oído:
"Dame una oportunidad de hacer que te enamores de mí, y prometo que no tendrás más días nublados, en los que solo te abrazan la lluvia y el frío.
Dame una oportunidad de congelar el tiempo y el lugar, y de romper la pausa, el frío y la incomodidad, mientras me acerco a tu boca.
Dame una oportunidad de hacerte sonreir, antes de que mis labios toquen los tuyos.
Pero si no estás dispuesta a enamorarte de mí, y si deseas que te abrazen tanto la lluvia como el frio, y si congelar el tiempo y el lugar es arriesgado, y en eso persiste la pausa, el frío y la incomodidad, y tu boca se aleja de la mía, y si tu sonrisa se desvanece y nuestros labios no se tocan, entonces...
No me sueltes"

24 jun 2011

De relojes y espejos.

No se puede confiar en el tiempo. Y ahora me voy a explicar: si metiste, digamos, un cronómetro, en el bolsillo, y durante todo ese tiempo, sea cual sea, contemplás a la mujer más hermosa que hayas visto, y el cronómetro marca que pasaron 5 segundos hasta que lo volviste a ver, decime... ¿Podés confiar en eso? El tiempo siempre se pasa distinto de lo que en realidad fue, la época de clases se hace larga y ardua, el verano y las vacaciones se hacen cortas y efímeras.
No se puede, tampoco, confiar en los espejos. Uno, siempre, pero siempre, confió en ellos. Al salir de bañarse; antes de una fiesta; en la mañana, pero... ¿Cómo podemos saber que no nos está mintiendo?
Uno al verse al espejo cree verse a sí mismo, cree ver su reflejo y cree verse tal cual es, ya que, claro está, uno no se puede ver a sí mismo, y no le queda otra que confiar en los espejos. Pero no te dejes engañar, hay espejos en el mundo que lo único que quieren es engañarte y hacerte creer cosas.
A esta altura pensarás que estoy loco, y que creo que es una conspiración de objetos inanimados, pero todavía no terminé.
Solo se puede confiar, de vez en cuando y depende quien, en las personas. Hay personas quienes no te van a mentir, no te van a engañar, no te van a hacer creer cosas que no son ciertas.
¡Pero tené mucho cuidado! Hay personas que andan sueltas por ahí que son relojes, que son espejos, que no dudarán en intentar cambiarte la realidad, y son tan hábiles, son capaces de cegar casi por completo, son una benda, son una luz que te harán cerrar los ojos y te harán creer lo que ellos quieran.

4 jun 2011

¿A dónde pertenecemos?

Vos sabés, tan bien como yo, que es inútil pertenecer donde hay que seguir la corriente. Vos ya tenés entendido que suena ilógico el hecho de pertenecer donde caminemos en una típica y aburrida fila, y digamos lo que los demás piensan, y que pensemos lo que los demás dicen.
Vos tenés en claro que no tiene sentido pertenecer donde nos den una cura si eso consiste en que te envenenen. Y no creo que encajemos en el cuadrado perfecto que ellos pretenden formar.
Aunque al mismo tiempo, es inútil que nos corramos a un lado, siempre alguien querrá tirarnos abajo y desparramarnos.
Suena ilógico también, que caminemos hacia el lado contrario de la fila (porque también sabes, como yo, que chocaremos al inmediato instante).
Tenés en claro que no tiene mucho sentido estar a la intemperie sin ninguna cura.
Y no creo que haya algún otro espacio accesible además de un cuadrado perfecto.

Entonces, ¿a dónde pertenecemos?

Pertenecemos a un lugar donde la corriente nos lleve a su son lánguido. A un lugar donde tiene sentido caminar en fila, pero agarrados de la mano.
A un lugar donde el veneno sea necesario, para saber que nada es perfecto.
A un lugar donde no hay cuadrados, ni formas, ni existencias metódicas.
A un lugar donde, pese a que pensemos lo que pensemos y digamos lo que digamos, valga la pena entender y escuchar.
No conozco ese sitio, pero cualquier lugar donde vos y yo estemos juntos, me basta.

1 jun 2011

La razón.

Sos la razón por la cual ubico todas mis escenas de amor, y de encuentro, dentro de multitudes indiferentes.
Sos la razón por la cual escribo que él está ahi, con su cabello mojado, con las mangas de su sweater sobrepasando sus manos, casi solo se pueden ver sus dedos, con unos jeans desgastados y desprolijamente encantador.
Sos la razón por la cual escribo que, por ejemplo, él se encuentra en la terminal de trenes, y el está ahí, temblando, temblando. Por el frío, por los nervios, por sus ropas mojadas, por ella... ah, ella, casi lo olvidaba.
Ella vuelve de ver a su familia, que vive en una campiña a las afueras de la ciudad. Es una muchacha solitaria y tímida, con una gran imaginación latente y una mirada objetiva y eficaz. Tiene sus pelos cortos hasta el cuello, de un negro azabache que se vuelve escarlata a contraluz. Le gusta viajar en tren porque le fascina apoyar la cabeza contra la ventana y ver cuanto paisaje, cuanta persona, cuanta casa que van pasando.
Sos la razón por la cual, casi sin darse cuenta él ve al tren acercarse, con arduos bocinazos.
Se levanta de uno de los asientos de la terminal y, todavía temblando, empieza a correr. No está seguro de estar estable, siente una electricidad en ambas piernas que recorren desde las plantas de los pies hasta la punta de la columna vertebral, sus manos son sacos sal disolviéndose en la lluvia. (Ah cierto, está lloviendo).
Al llegar al borde de la bajada, el tren está todavía en movimiento, y el se va asomando con aire agitado a cada ventana, a ver si la ve. Llega al extremo del tren, y da la vuelta con la esperanza de encontrarla.
Apenas da la vuelta, las puertas se abren, sale una multitud de gente por cada una. Él choca, y ve caras, y cuerpos, y gente, pero ningún gesto, ninguna mirada, solo contenido y nervioso cuchicheo. Al ver que la multitud no se dispersa, rendido, se deja caer en otro de los asientos, y apoya su espalda contra la columna. Tras la agitación, siente el sudor en la frente y sus ropas mojadas contra el pecho, que al chocar contra el viento le produce una incómoda sensación de frío.
Inesperadamente, una porción de la multitud se abre, a su derecha, al ver, la ve, entre tanto gris y tanto muerto viviente, con un blazer rojo y una boina negra, con una cálida sonrisa pintada de piel.
Comparten algunos segundos de miradas, y él, con ojos soñolientos, le devuelve la sonrisa. Ella, ruborizada, se marcha a apurados pasos.
Él, satisfecho, deja caer los párpados, pesados como anclas y se echa a dormir.

Sos la razón, en si, de mi íntegra inspiración.

21 may 2011

Sonrisa tras sonrisa.

Tras varios minutos de silencio, de risas y en este momento de calma, me dirijo hacia vos y empiezo a hablar.
Intenta imaginar ésto:
Intenta vernos caminando por la orilla, casi por ese lugarcito donde la arena deja de ser tan hostil, intenta ver las huellas que dejamos en el camino, intenta ver nuestros dedos entrelazados, y el pulgar que quedó sin pareja, acariciandote la palma de la mano, con un ritmo seguro y regular.
-Paro y te veo dandole un sorbo a la bombilla, te empezás a sonrojar.
Piensa en los impiadosos colmillos de la arena, que nos muerde la planta de los pies causando una sensación que nos provoca tanto cosquillas como dolor.
Imagina a las personas viéndonos, sonriéndonos, imagina a los ancianos mirándonos y haciéndoles acordar sobre sus amores en la juventud, solo intenta imaginar eso.
Dejas el mate a tu lado y me dices con miedo y verguenza:
¿A qué quieres llegar? No comprendo.
Me río y acto seguido, te miro fijamente.
Ahora intenta verme a mi imaginando esto, noche tras noche, día tras día, mirada tras mirada, sonrisa tras sonrisa.

15 may 2011

Te odio París.

Me resultaba tan hermoso figurarnos caminando, de la mano, por alguna calle de París. Tan surrealista, pero, ah tan vívido! Hasta podría imaginarme, como si fuese alguna película, la cámara detrás nuestro, siguiendo nuestro paso, pasando por el empedrado de la calle.
Y a nuestro lado pasa gente, con sus historias, sus problemas, sus amores y sus líos. Pasamos por algún canal en el cual se posa un pintor que a través de su obra refleja la hermosura del lago. Nos subimos a un tren cuyo destino no conocemos, pero nos lleva la mera curiosidad de conocer. Tras un viaje silencioso en el cual no hacemos más que mirar por la ventana, bajamos y a la salida de la estación nos detenemos a observar a un hombre tocando el acordeón, alguna loca y melancólica melodía, a una mujer vendiendo algunos perfumes artesanales y un señor amasando pan caliente. Caminamos, nos detenemos, reímos, nos miramos, nos besamos y nos volvemos a mirar. Y al volver a caminar nos planteamos por qué todo nos resulta tan hermoso por el simple hecho de estar en París. LLegamos a la conclusión de que todo nos resulta tan hermoso por el simple hecho de estar juntos.
~Odio mi romántica y estúpida imaginación.~

10 may 2011

El emancipado.

Al instante previo en bajar por última vez las escaleras de mi hogar, mirándome al espejo logré ser todos.
Fui mi padre, que se postraba con ímpetu al cuero del sofá del living, con la mirada perdida. Logré sentir su cuerpo cansado, debilitado por la velocidad y el desenfreno.
Logré ser mi madre, con su media sonrisa y su risa ronca que bailaban y saltaban sobre el colchón. Con sus angustias en el corazón de la garganta que nos produce llorar ahogadamente.
Logré ser mi hermana, con su objetividad hermosa y su gracia única. Con su opinión simple y con su prudencia. Logré sentir y logré ser uno solo, ser mi familia.
Logré verme como me veían, un mero niño envuelto en una cáscara de cristal, que en el último peldaño de la escalera se convertiría en un hombre. Logré entender lo que se preguntaban al verme, inocentemente y con miedo, sacudiendo mi mano en forma de saludo, antes de subir al taxi y que se caiga la primer lágrima del viaje que emprendía.

La falsa ilusión del relojero.

Lleva una falsa esperanza, acarreándola desde la cuna, como si en el transcurso del camino a través de un tobogán oscuro, tuviese la certeza de que impactará con algo. Cree ciegamente. Cree que puede manejar los momentos que lo van carcomiendo con una intermitencia cruel.
Su destino (tristemente irónico) lo llevó a hacerse relojero. Pasa tardes, noches y crepúsculos dándole cuerda a precisas agujas.
Se siente el titiritero y ve al tiempo como su fiel marioneta. Carece de cordura, es un hermoso demente con una hermosa mente que recrea una hermosa mentira y le impide dar con la impiadosa verdad.
Su mirada vacía se pierde en las dimensiones de los segundos que cuenta, que se convierten en minutos, y estos en horas, y estos en años de demencia.

Quién (más) diría que no hay mejor verdad que la que uno mismo se limita a ver...
o a imaginar

30 abr 2011

Sus lágrimas se confundían con la implacable lluvia, que golpeaba sin piedad en su espalda.

26 abr 2011

Sueño/Realidad.

Siempre odió su realidad. Siempre odió su vida.
Era algo que se le escapaba de sus manos, como intentar cazar humo al desnudo. Era tan impredecible, tan sorpresiva, y a él no le gustaba la idea de que las cosas se manejaran por sí solas.
Aún así, una de sus cualidades más notorias, era el hecho de que comentaba sus sueños con un entusiasmo febril.
Se dice del muchacho que empezó a considerar la idea de que nadie le podía impedir que su sueño sea el mundo donde él reinaba, SU mundo.
Entonces hizo del mundo de los sueños su eterno paraíso, su reino de risas, su reino de amores.
Por la realidad vaga sin entusiasmo alguno, y al acostarse a dormir, espera expectante despertarse ella.
Comenta por sus sueños que rara vez se acuerda lo que vivió durante el día.

Ahora yo me quiero ahorrar un espacio para poder preguntarles, ¿saben uds. si es esta una pesadilla y solo quieren despertar, o si es esta es su triste y mundana realidad y solo quieren soñar?

25 abr 2011

La niña del vestido blanco.

La niña del vestido blanco
(ajado ya por los años)
se aferra al carroussel
y se extravia su mirada.

La niña del vestido blanco
(con sus mejillas húmedas)
tiene ese nudo en el pecho
que no la deja respirar.

La niña del vestido blanco
tiene un ramo en sus manos
un velo en su rostro
y quemaduras en el alma.

La niña del vestido blanco
está abandonada
presa del tiempo
condenada a esperar.

La niña del vestido blanco
ve hadas y duendes
ve brujas y magos

                                       y los hombres la ven a ella...

23 abr 2011

Miserable

Odiaba sumirse en la más misera condición del ser al salir de ducharse, y colgar el toallón en su cabeza, e introducirse en la mas pura oscuridad. Odiaba pensar cuan poco digno se veía en ese momento. Odiaba recordar los mejores momentos (claro, esos momentos no eran como el quería, pero sin embargo eran los mejores.)
Amaba recrear, en esos momentos de impotencia, sus mejores guiones, y sus frases románticas que iban volando por su mente. Amaba escribirlas, pero odiaba saber que eran para ella.

18 abr 2011

Creer.

Antes de todo este lío supe creer, pero en un instantáneo parpadeo, estoy perdiéndolo todo.

Estoy perdiendo la capacidad de creer en que nos llega lo que nos merecemos, en el amor, en sus idas y en sus vueltas también, empiezo a creer que ganan los malos, pierden los buenos y se enamoran los idiotas.
Lo que más me preocupa es que creo en ésto aún cuando te recuerdo, corriendo delante mío con una sonrisa jovial, con los pómulos sonrojados, y aún recuerdo como al comenzar a correr tu boina se cayó y danzó al ritmo del viento.

Empiezo a creer que te extraño, que no soy más que un hombre en el medio de un vacío negro y enorme, solo y rencoroso, mientras mis manos solo conocen el sabor del aire.

Sigo viendo como la gente pasa como si cada persona fuese un instante efímero de saturada luz, y lo gracioso del tema es que no distingo a nadie. Pero antes pasabas vos, con un andar pausado, como si todo lo que veías lo hacías por primera vez... o por última quizás.

Sigo creyendo que ganan los malos, pierden los buenos, y que soy un idiota por vos.

11 abr 2011


¿Dónde ha quedado el acogedor calor de mi cama?
Se escapó sinuoso por la ventana,
Y consigo se llevo de esta casa, lo que antes era,
Un hogar…

29 mar 2011

¿Por qué se está relamiendo el diablo?

Mientras me reposo sobre la pared de mi cuarto, mirando mis fotografías junto a vos, me hicieron revivir, esas noches recostados sobre el césped en las que hablábamos de las estrellas.
Mientras observo como se disipan algunas cuantas volutas de humo y se mezclan con el olor encerrado, recuerdo esas tardes en donde (entre pitada y pitada) nuestros cuerpos desnudos se descubrían.
Mientras miro la frazada en la cama de arriba, recuerdo cuantas veces te levantaste, a duras penas, de la cama a buscar un poco de agua, con solo ella tapándote. Y río...
-"Quizá el diablo se relame pensando en nosotros dos" me dijiste una vez, pero me abstuve de entender y simplemente asentí. Hoy no quiero más que entender...
Entender porque no me buscas, porque no te encuentro, y porque el diablo (ahora que no estamos juntos) se está relamiendo.

16 mar 2011

Multitud

Cuando mi divagación se dispersó, divisé que, entre toda la multitud, pasaste a mi lado. En ese mismo momento, me detuve, en seco (lo que impidió el paso a otras personas) y no pude más que voltear y verificar si estaba equivocado, si mi deseo me estaba haciendo alucinar... no, esa eras vos, TENÍAS que ser vos... Logré notar que venias cabizbaja, con tu mirada estancada en el suelo, caminando cual muerto que se pasea.
Me decidí sin dudar a pasar entre la gente, a forzejear contra el gentío, estás cruzando la esquina, y yo estoy persiguiéndote desesperadamente. Pero la multitud se cierra, es cada vez más y más difícil pasar... es un complot, no me dejan avanzar, todos me están mirando...
Logro (grotescamente) desplazar a algunas personas que tengo en frente, y voy corriendo hacia vos. Te toco, con miedo, el hombro izquierdo. Incrédula, miras hacia atrás, tus ojos aterrizan en los míos. Me sonríes y mi corazón se acelera. La gente empieza a ir más apurada, los sonidos se distorsionan y me impiden escuchar con claridad. Musitas algunas palabras que no llego a percibir, mi ritmo incrementa enormemente, y me redujo a, simplemente y sin siquiera pensarlo, agarrar tus manos y tirar de ellas. En el mismo momento en que me besas, todo se desacelera, se aclara y vuelve a la normalidad.

23 feb 2011

Hojas marchitas.

Me encuentro sentado, sobre el banco de una plaza. Mi mirada se pierde en la brisa otoñal. Ya entrada la noche, hace frío, y cada tanto se asoma a mi nuca un intruso escalofrío. A lo lejos, cerca de la esquina, diviso un hombre durmiendo, junto a un perro recostado sobre él. Hay niños jugando en la cancha enrejada, y entre tanto se escuchan risas, gritos, algún que otro bocinazo de la avenida.
Te encontrás a mi lado y me estás hablando, pero no te estoy oyendo. Logro a duras penas escuchar un par de palabras sueltas. Pero son irrelevantes. Estoy acompañado, pero estoy solo. Miro al vacío y tengo una perdida inexpresividad. De repente parás de hablar. Las extremidades de tu sonrisa caen como párpados víctimas del sueño. Levanto la mirada y entiendo tu súplica, ahora más que nunca, pero es muy tarde, nos hemos enfríado al ritmo del tiempo y no hay como volver atrás.
Mientras te voy apuñalando los ojos, toco tu muslo; casi al mismo tiempo dejas caer una lágrima solitaria. Casi instintivamente saco un pañuelo y seco tu rostro. Me devuelves una cálida sonrisa, y asiento levemente.
Me doy cuenta de que el tiempo está pasando notablemente lento. Ya todo ha terminado, díficil me es saber si para bien o para mal, pero el tiempo no perdona como para quedarse esperando para saber.
Te levantas, te enderezas, te limpias el maquillaje que se corrio de tu cara, te quitas las arrugas de la ropa, y con una inocente sonrisa, me preguntas:
-¿Cómo me veo?

Y yo, maldiciendo en mis adentros, me pregunto qué clase de hombre soportaría la tortura de contestar.

14 feb 2011

Te imagino

Te imagino recostada en el sofá, y te encuentras cubierta por una sábana blanca, sus arrugas asemejan unos serros levemente elevados.
Me quedo observando la sonrisa torcida en tu boca, que me producen unas ganas asesinas de saber que es lo que vas a decir, que es lo que vas a hacer. Pero no... simplemente estás callada, inmóvil.
Simplemente estás ahi con ojos anclados,y de repente intuyo que pareces presa de la curiosidad, pero solo lo intuyo, puesto que tu rostro sigue intacto, con dos perlas avellanas que buscan mi punto débil.
Y siento que debo decir algo, que debo hacer algo para saltearme este momento de incomodidad, pero temo que te levantes, temo que te inmutes, temo que tu sonrisa se deforme, temo que tus ojos zarpen y nunca más me miren.
Entonces analizo las consecuencias, y te sigo imaginando recostada en el sofá, y pienso que podría quedarme así toda la vida, con la duda de saber lo que dices, con el miedo de decir algo, y con vos amándome.

6 feb 2011

¿Qué mejor que reir? ¿Qué mejor que esa limpieza del organismo, que esa solución de los problemas, que ese escalofrío de la dicha, que ese momento en el que no te sentís tan solo, que esa razón por la que vivimos?
Siempre sostuve que la mitad de lo hermoso de la vida es reír, y la otra mitad son quienes lo hacen posible.

2 ene 2011

De pequeño, cuando por entonces la alegría era abundante, mis padres me llevaron a un cumpleaños en el zoológico, donde disfruté como nunca mi estadía.
Salí del lugar, con un globo en mi mano, de color amarillo, y lo sostenía por una pequeña cuerda. Sentí que era en vano quedarme con el globo, puesto que no lo necesitaba, y mi felicidad no dependía del mismo.
Con mi mente en blanco, mis dedos se rindieron a soltarlo, pensando que el globo aterrizaría en algún continente desconocido, habitado por personas que carecían de felicidad (y globos).
Curiosamente, todo el viaje de vuelta a mi hogar, mi mente se limitaba a pensar únicamente en el globo que había dejado ir, como si mi subconsciente comenzaba a razonar que había cometido un error.
Años pasados, mi mente fue borrando ese recuerdo, como una escoba que barre basura que estaba ahí tirada.
Esa escoba que barría, produjo un desorden en mi cabeza, sentía que faltaban archivos importantes y que no sabía organizar mis prioridades. Era un caos.
El desorden y el caos me hicieron reaccionar de maneras insólitas, como si me fuese aislando del mundo, como si no pudiese mirar expresivamente, como si todo me fuese indiferente. Quedé solo, sin nadie, sin nada, esa escoba lo terminó por barrer todo.
Pero, sorpresivamente, descubrí por casualidad, divagando en mi mente, que me había quedado con algo. Tardé en descubrir qué era. Resultó ser un recuerdo, muy borroso y lejano. Resultó ser el globo amarillo, atado a una pequeña cuerda, volando por los aires.
Y descubrí, por más irónico que suene, mientras pasaba todo el tiempo mirando el cielo, que resulta que mi felicidad depende ahora en el regreso de ese globo amarillo y poder sostenerlo en mis manos.
El perder o deshacerse de algo hace que nuestra felicidad dependa de ese algo, que en nuestro pasado fue redundante.