30 oct 2012

Los dados.

El destino es la religión
de la casualidad.
Es intentar inventar
una fuerza que
del más
(y más)
allá
acude.

Esa fuerza increíble,
e inexistente,
(a la que llamamos
destino), no es
más que
puras y
libres
chances.

Uno cosecha
lo que siembra.
Uno come
lo que cosecha.
Pero qué es,
el Sol,
si no un
número.

18 oct 2012

El caballo.

Las carcajadas morbosas comenzaron a asustar.
Ya casi en nada se distinguía lo real de lo falso, de la ficción y de la mentira.
La caminata, realizada a horarios ridículos de la noche, carecía de sentido alguno. Todo parecía absolutamente maravilloso y espeluznante, hasta lo más pequeño e insignificante.
El grupo de amigos decidió virar hacia los corrales, donde se perdía el débil halo de luz artificial.
Todos parecían disfrutar hasta la última gota del elixir de aquel momento, pero aún así, sentían un pedazo de incomodidad invadir su cuerpo. Como si sólo fuesen partícipes, víctimas de un chiste bizarro y de mal gusto, de una broma pesada.
Al llegar al camino cubierto por árboles fríos, distantes y jorobados, el viento les hizo olvidar por un momento. El tiempo y el lugar, el recuerdo y la memoria no parecían más que un infinito vacío.
Así de la nada sucedió algo, antes de llegar al establo, y pereció el paso deambulante, en el que el macabro alborozo los hacía caminar colgándose uno del otro.
Los pelos se erizaron, el andar se detuvo, los ojos se abrieron, las miradas se cruzaron y las respiraciones y los latidos cesaron, cuando interrumpió el camino, con un bamboleo majestuoso y sigiloso, un caballo.
Su vasto tamaño, su color ocre teñido de noche, su crin despeinada, las pisadas lentas, fuertes y la mirada atenta e infalible, infundió en cada uno de ellos un miedo que jamás habían experimentado. Se sintieron presas por un momento.
La bestia, que a cada paso se ennegrecía, siguió su senda hasta mezclarse con la sombra de la noche, como si no se hubiese percatado jamás de la presencia de unos muchachos que por unos segundos, sintieron haber perdido la cordura y hasta el último ápice de esperanza en sí mismos.