19 dic 2012

El abrazo.

Había sentido miles de veces el peso de tu cuerpo sobre el mío. Miles de veces había soportado el anillo de tus piernas sobre mi cintura. Y en todas y en cada una de esas veces, el tiempo de tu cuerpo se hacía cargo del mío, y entonces, sólo entonces, hallaba yo descanso y siesta.
De repente me encontraba esperando en tu portal con los pies esquizofrénicos y no pude pensar en más nada. En ese instante sólo me permití mirar al suelo y perseguir a los autos yendo y viniendo, parando y siguiendo, llegando y partiendo.
El sonido de la llave contra el cerrojo fue suave y la puerta se deslizó hacia vos. Tu cabeza se ladeó hacia el hall invitándome a pasar, y tu rostro estaba triste.
Lentamente me paré a tu lado, y sentí tus brazos arrastrarse por mis hombros y rodear mi nuca.
Envolví tu cintura con los míos y allí, bajo el marco de tu puerta, fue cuando todo cambió.
Allí le perteneciste a mis brazos, tu cabeza durmió en mi hombro y tu cuerpo descansó en el mío.

28 nov 2012

Cuando llegue ese día

- Algunas veces siento que algún día me voy a despertar y me van a haber pasado 10 años por encima casi sin darme cuenta.
Las pupilas de él se vieron a sí mismas, petrificadas y grandes como monedas, en el reflejo de los ojos vidriosos de ella.
Siguió con un hilo de voz.
- Y tengo la sensación de que, cuando ese día llegue, voy a estar en este mismo lugar, hablando con vos, con esta misma cosquilla en la garganta y con estas mismas ganas de llorar sin poder hacerlo.
Al terminar de hablar, refugió las esbeltas manos bajo sus muslos inquietos. Gachó la cabeza y un mechón quedó colgando bailarín de su rostro, pero lo acomodó rápidamente detrás de su oreja.
El aire caía denso sobre sus cabezas, y el silencio se hacía escuchar.
Ninguno quería continuar. No sabían cómo hacerlo en realidad, cómo seguir con ese río de palabras magentas que se salpicaban sin mojarse.
Él quiso colocar una mano sobre su hombro, sobre su rostro, sobre su pierna. No podía hacer más que pensar.
“Cuando llegue ese día, vas a despertarte y yo voy a estar acostado al lado tuyo, y  te voy a haber estado mirando por muchas horas sin haberme darme cuenta, y la cosquilla va a habitar en mi pecho, y el que vaya a querer llorar voy a ser yo”.

18 nov 2012

Los extraños.

Quisiera saber por qué
mientras nos besamos
arrodillados, tu sonrisa
se tiñe de tristeza.

Y percibo, con mis 
ojos cerrados, los tuyos
lejanos, y tu cuerpo
que viene y se va.

Nos contemplamos
los rostros con miedo,
poso una mano en 
tu mejilla, y la besás. 

Tan fácil me envolvés 
con tus largos brazos,
me dejo acariciar, nos 
empapamos en el otro.

17 nov 2012

Algo parecido a eso.

No es más que
poner un pie
delante del otro
y así otra vez.

Pero sí,
caminar
es algo más
que eso.

No es más que
apoyar la
pluma en la hoja
y deslizarla.

Pero sí,
escribir
es algo más
que eso.

No es más que
querer hacerte
sentir que sos
única para mí.

Pero sí, quizás
quererte es
algo parecido
a eso.

9 nov 2012

Confín.


Revolví entre
los infinitos más
largos del tiempo.

Abracé tu cintura en
las más remotas
esquinas de tu hogar.

Desenmascaré tu
mirada en el
confín de la mía.

8 nov 2012

Escondite.

Podría perderme
en tus ojos tristes
y haría un refugio
de tu boca.

Podría empaparme
con tu piel suave,
y haría un santuario
de tus manos.

Y si te pierdes,
estaré esperando
en tu cuarto,
dulce cárcel.

Y si me pierdo,
estaré acariciando
ya tu cuerpo,
eterno escondite.

30 oct 2012

Los dados.

El destino es la religión
de la casualidad.
Es intentar inventar
una fuerza que
del más
(y más)
allá
acude.

Esa fuerza increíble,
e inexistente,
(a la que llamamos
destino), no es
más que
puras y
libres
chances.

Uno cosecha
lo que siembra.
Uno come
lo que cosecha.
Pero qué es,
el Sol,
si no un
número.

18 oct 2012

El caballo.

Las carcajadas morbosas comenzaron a asustar.
Ya casi en nada se distinguía lo real de lo falso, de la ficción y de la mentira.
La caminata, realizada a horarios ridículos de la noche, carecía de sentido alguno. Todo parecía absolutamente maravilloso y espeluznante, hasta lo más pequeño e insignificante.
El grupo de amigos decidió virar hacia los corrales, donde se perdía el débil halo de luz artificial.
Todos parecían disfrutar hasta la última gota del elixir de aquel momento, pero aún así, sentían un pedazo de incomodidad invadir su cuerpo. Como si sólo fuesen partícipes, víctimas de un chiste bizarro y de mal gusto, de una broma pesada.
Al llegar al camino cubierto por árboles fríos, distantes y jorobados, el viento les hizo olvidar por un momento. El tiempo y el lugar, el recuerdo y la memoria no parecían más que un infinito vacío.
Así de la nada sucedió algo, antes de llegar al establo, y pereció el paso deambulante, en el que el macabro alborozo los hacía caminar colgándose uno del otro.
Los pelos se erizaron, el andar se detuvo, los ojos se abrieron, las miradas se cruzaron y las respiraciones y los latidos cesaron, cuando interrumpió el camino, con un bamboleo majestuoso y sigiloso, un caballo.
Su vasto tamaño, su color ocre teñido de noche, su crin despeinada, las pisadas lentas, fuertes y la mirada atenta e infalible, infundió en cada uno de ellos un miedo que jamás habían experimentado. Se sintieron presas por un momento.
La bestia, que a cada paso se ennegrecía, siguió su senda hasta mezclarse con la sombra de la noche, como si no se hubiese percatado jamás de la presencia de unos muchachos que por unos segundos, sintieron haber perdido la cordura y hasta el último ápice de esperanza en sí mismos.

19 sept 2012

Los amantes.

Cierro la puerta acorralándote contra ella al aventurarnos en el frío del dormitorio. Buscamos un recinto más reconfortante, arrastrando los pies mientras nos besamos, presos de la torpeza y de un temblor eufórico.
Nuestros pechos se encienden, nuestros besos crepitan, nuestras manos se encuentran y nuestros estómagos se inflan y desinflan, aturdidos.
Las velas se consumen casi tan lento como nos desnudamos.
El tren ruge casi tan rabioso como mis labios.
Las cortinas de seda bailan casi tan suave como tus dedos.
Las agujas avanzan casi tan rápido como nos amamos.
Y anochece casi tan profundo como nos dormimos.

8 sept 2012

Te dedico un silencio.

En la soledad
de la calle
te dediqué
un silencio.

Sentado
en la acera
te pensé
un momento.

Mirando
a la gente
te quise
a mi lado.

Te regalo
mi tiempo
para que
no corras.

Te dedico
un silencio
para que
no calles.

22 ago 2012

...
-¿Y sabés qué es lo peor de todo? ¡Se mudó al día siguiente! ¿Vos podés creer? -preguntó exaltado el viejo Rubén mientras iba acomodando los últimos diarios para cerrar el puestito. -Explicame por qué carajo se iba a querer mudar de esta ciudad. -Levantó el cigarrillo del cenicero, le dio una última pitada y lanzó la colilla a la acera.
-Capaz quería un cambio Rubén, a todos nos hace bien respirar aire nuevo de cuando en cuando.- le contestó Fabián, sensato como lo habitual.
Sonó el portazo metálico y oxidado del puesto de diarios y emprendieron calle abajo.

Arriba del colectivo, Rubén miraba por la ventana, abriendo bien el ojo sobre un punto fijo, para lograr no observar nada en especial y al mismo tiempo poder verlo todo. Mientras lo hacía se frotaba despacio las manos ásperas y oscuras, como si arrastrara una suciedad que estaba ausente en verdad.
Fabián les repartía miradas largas y dedicadas a su compañero y al suelo, teniendo el último algún que otro envoltorio de caramelo, un boleto pisado y machacado, o alguna botella de gaseosa entre dos asientos.

Bajaron en la Costanera para cenar un sándwich de carne, mientras la brisa de la media tarde se les entrometía por la camisa, erizándoles los vellos del cuello.
En medio de una charla que carecía de algún sentido, tuvieron la gran idea de meterse por el estacionamiento de un restaurant bastante refinado, saludar al chico del trapito con desdén y sentarse en la bajada que daba al río.

-Mirá al tipo de la caña roja, -dijo Fabián mientras señalaba a un hombre que justo tiraba con esmero del mango. -si con eso no pica no lo hace con nada.
-Nunca entendí mucho de pesca. Nunca me interesó para variar.
-¿Jamás te dio intriga y te pusiste a husmear programas de pesca en los canales de deportes? -preguntó sorprendido.
-Yo no tengo pagos los canales de deportes.
-Qué tipo raro que sos Rubén.

Después de sacudirse el pasto del pantalón, y de apresurar el paso ante los gritos y las quejas de uno de los porteros del restaurant, caminaron un poco mientras miraban al río calmo, negro y apagado por la noche, un poco en silencio y un poco escuchando el golpe de los zapatos contra el pavimento.

-Extrañaba esto la verdad Fabián, hacía mucho que no pasabas. -soltó con su voz rasposa.
Al escuchar lo que había dicho, le dedicó una sonrisa sin mirarlo.
-Sí, perdoná... vos sabés que yo estuve con mis temas en casa...
-No te hagás drama. -lo interrumpió -No te pedí explicaciones, te quería decir eso nada más.
Rubén tosió ahogadamente y Fabián puso la mano atrás de su espalda amagando a dar unos golpes, pero mientras tosía le hizo un ademán de que no hacía falta, antes que pudiera darle la palmada.

Sin embargo de repente el viejo paró, y colocó las manos sobre sus rodillas, respirando fuerte y tosiendo agitado, pero en un volumen muy bajo.
Fabián se lo quedó mirando en silencio, y mientras el otro se empezaba a recomponer, y cuando pudo recobrar su postura a medias, le clavó los ojos.
-Ya va a pasar Rubén, quedate tranquilo.
El viejo, sorprendido, primero abrió los ojos bien grandes. Después no le quedó más que asentir con los ojos húmedos.
Emprendieron nuevamente camino mientras los pasos que resonaban contra el pavimento se iban desvaneciendo en la noche.

2 ago 2012

Amarnos.

Quizá amarte fue aquella vez en la que al abrirse el ascensor, yo estaba ahí en mi mejor traje y con un ramo de rubíes y esmeraldas asomándose. Y vos sonreías, y yo estaba ahí.
O también fue ese vino barato, que compartimos sentados en la vereda cantándonos lo que nos amábamos y susurrándonos suspiros, borrachos los dos, lo que yo llamaba amarte.
Quizá nunca entendí que amarte fue despertar a tu lado en la mitad de la noche, y encontrar nuestros cuerpos relucientes de sudor, envueltos en una agitada confusión.
O también aquella mañana en la que el agua hervía, y la pava chiflaba, que no nos atrevíamos ni a mirarnos ni a emitir ningún sonido, como dos fantasmas color turquesa.
Quizá amarnos fue gritarnos en la cara y no escuchar lo que el otro decía, mientras vos llorabas de bronca y yo lloraba de impotencia.
O también aquel cigarrillo que compartimos en silencio, sentados sobre el suelo color caoba del comedor, vos enfundada en tu camisón blanco y tu piel marcada por la almohada, y yo con mi camisa arremangada mirando al vacío.
Quizá amarnos fue, en verdad, la nada, atravesar juntos el pórtico de mármol, pisar la acera, apuntarnos una mirada unos segundos, y despedirnos en silencio.
Pero amarte fue el momento en el que al darnos la espalda en el gris adiós, yo me di la vuelta para ver si me mirabas, y vos caminabas hacia adelante, y tu silueta se encogía.

18 jul 2012

Si

Si hay algo
que me enseñaste
es que la vida
es un océano.

Si hay algo
que entendí
es que todos
somos estrellas.

Si hay algo
que alcanzar
es la eternidad
del momento.

Si hay algo
que aprender
es a amar
con locura.

Si hay algo
que sé
es que ya
no te veo.

Si hay algo
que no sé
es si me mientes
o me amas.

14 jul 2012

Un paño que flamea en el muelle.

Y es este horario fatal,
tan lejano al azar,
tan cercano al destino,
el que me impide descansar.

Y esta voz raspada,
ajada de que grite,
cansada de que llore,
es mi mejor escondite.

Y es esta luz tenue,
que baila con mis ojos
tan cruel, y tan idéntica
a la de tu dormitorio.

Y son estas palabras,
un paño que flamea en el muelle,
un hasta luego,
un adiós y un buena suerte.

10 jul 2012

Así como un diamante
no brilla sin que lo iluminen,
no encontrarás tu brillo
hasta que la luz
de otra alma
te encuentre.

12 jun 2012

Busqué en el fondo
de una botella 
llena de promesas, algo
que alivie el dolor.

Revolví las sábanas
blancas, intentando
encontrar el calor
de tu cuerpo.

Traté de reír
para no llorar.
Traté de pasmar
para no crepitar.

Sentí la esencia agria
de la incertidumbre.
Sentí el vaivén
y en tus ojos el ocaso.

Pero el pánico y la soledad
de mi dormitorio
me enjaula, derramando
su veneno en mi piel.

27 may 2012

Detrás.

La calle se alfombraba por las hojas que aterrizaban suavemente y, encerrada por los árboles que se arqueaban bloqueando el cielo, respiraba un aire otoñal.
Lorena, sentó a su lado a su hija que, distraída, observaba el empedrado que se teñía de un ocre iluminado por los débiles rayos de luz que se entrometían por la copa de los árboles.
Cuando logró traerla de vuelta de su mundo, le habló en su tono habitual, calmado y apaciguado. Pero esta vez había algo distinto. Esta vez, su voz sonaba triste.
- ¿Te acordás de la abuela Lara, Zoe?- su voz sonaba como un somnífero.
- Sí.- dijo Zoe, mientras detenía la mirada en la copa de los árboles.
Esta vez, Lorena tardó en contestar.
- Entonces te acordás de que estaba enferma y que no se sentía muy bien. ¿Verdad?
- Sí.- volvió a repetir, mientras se escarbaba la nariz con un dedo.
- Bueno...- se tomó un momento para elegir cuidadosamente sus palabras.- La abuela Lara... estaba en el hospital hace unos días. No te lo dijimos porque no queríamos que la vieras así. Y hoy por la mañana falleció al dormirse. Quiere decir que no la vas a poder ver más.
Zoe, por primera vez, le dirigió a su madre sus grandes ojos marrones.
- ¡Claro!- respondió con absoluta naturalidad y prosiguió.- Porque todos los muertos vienen detrás.- Miró a su madre unos segundos más, y se dedicó nuevamente a contemplar la copa de los árboles. A Lorena le faltó el aire para responder.

11 may 2012

1912

El camarero inclinó la botella del añejo de 1912 contra la copa de mi padre, y sirvió un poco del licor en ella. Mi padre bebió la pequeña cantidad de alcohol ante la mirada inexpresiva del mozo. Luego de vacilar por un momento, mi padre le dedicó una mirada al muchacho y asintió con aprobación.
Ante el consentimiento, llenó la copa aproximadamente hasta la mitad, partió hacia la barra (no sin antes ofrecerle vino a mi madre, que rechazó con educación) y se dedicó a charlar con sus otros compañeros de trabajo.
Yo tenía tan sólo 9 años y aún recuerdo el color espectacular de aquella bebida,  que tenía tal profundidad que me era (con mi exiguo vocabulario), imposible de definir su tinte.
Aún recuerdo la solemne mirada del mozo que, expectante a la respuesta de mi padre, sostenía, con un paño con la textura de la seda, el esbelto frasco.
Cuando vi la fascinación que le dedicaban todos al vino que mi padre había pedido, pedí de probar un poco de él. Mi padre me alcanzó risueño la alargada copa y, luego de que me disgustara su acidez y sequedad, le pregunté cómo le podía gustar aquella bebida. Me respondió simplemente diciendo "cuando crezcas te acostumbrarás".
Lo observé sin comprender, y les dije que debía ir al baño.
Antes de llegar, llegué a distinguir al mozo que había atendido a nuestra mesa. Tras observarlo un momento con el rabillo del ojo, me acerqué a él y le picotee tímidamente la espalda con mi dedo.
Al darse vuelta, y sin dejarlo responder, le pregunté por qué había esperado a la respuesta de mi padre para servir más vino.
Se agachó y, revolviéndome el pelo, me contestó "cuando seas grande te acostumbrarás pequeño", y se alejó con el menú y otra botella de vino en las manos.
Sin comprender los misterios que poseía el hecho de ser adulto, me resigné y finalmente entré en el baño, custodiado por un cartel que leía "Caballeros" y mostraba un anciano ayudado por un bastón, enfundando un sombrero de copa.

1 may 2012

En el instante cruel.

Aunque alado partiste,
seguís tan vivo,
y ni siquiera te lo contaron.

Quizás en el instante cruel
el viento por fin,
te haya mecido.

Resulta imposible
imaginarte como un cuerpo
que yace frío e inerte.

Quizás en el instante cruel
el agua por fin,
haya saciado tu única sed.

Es que las estrellas que habitan
donde los niños escriben
todas tienen algo de tu luz.

Quizás en el instante cruel
la tierra tal vez,
se haya hecho barro.

Miles los misterios son.
Y miles de almas van
silbando su caos.

Quizás en el instante cruel
el fuego oyó
tu voz crepitar.

25 abr 2012

La reina.


Soplando el viento
está contra tu cabello
de seda.

Abriéndose los pétalos
están, loto sagrado,
alma de jardines.

La reina aterriza en la flor,
absorbe su néctar,
le arranca el elixir.

Pero ella morirá sin
entender lo que ha hecho,
acabando con tanta belleza.

El sufrimiento absorbe
tu esencia, y se
alimenta de vos.

Y éste, al igual
que el insecto, acabará por
destruir todo a su paso.

Mezclándose el alba
está, sin embargo, con
este cielo, vestido de piel.

18 abr 2012

Vino.

-Es casi como oler un vaso de vino y no beber de él.- soltó tras el silencio, clavando la mirada a la copa de cristal que contenía la bebida carmín, danzando en sus dedos.
-Llego a percibir la esencia crepitar en mi nariz, y mi cuerpo se predispone a tatuarse de cárdeno. Sin embargo, una parte de mi, mi boca, mi lengua, me piden piedad.
Tras el sorbo que vació la copa, la piel como un relámpago, se le tornó erizada, como la de las caminatas de invierno a lo largo de la orilla.
Se estremeció rabioso.
-Es casi como este ritual de máscaras que bailan y se mueven con gracia, con sonrisas burlonas y macabras, este vasto vals, de piernas sin torsos, de rostros sin gestos. Es esa gota de vino, la gota que me mata de sed.
No era la primera vez que ahogado y con el cuerpo empapado en sudor, interrumpía su sueño para hablarle al alba.
La calle mansa y envuelta en el crepúsculo siempre había sido un buen oyente. El asfalto siempre había amortiguado bien sus lágrimas.
Sin embargo, al caer rendido ante el sueño, víctima de la jaqueca y con el rostro envuelto en gotas de dolor, lo olvidaría todo.
Las palabras románticas y las ocasiones de amor nunca volverían a ser oportunas.

5 abr 2012

Hoy.

La eternidad nos pertenecía, como un león agazapado en el tiempo, como una pluma que se balanceaba por el sinfín de corrientes de aire.
Los segundos nos esperaban, como el "toc-toc" interminable, de los zapatos impacientes, en una estación de tren perdida en el tiempo.
Éramos una incógnita tan deliciosa, como la curiosidad que al gato mató, a su rabillo del ojo, a nuestras miradas sesgadas.
Éramos un abrazo que no sabía terminar, éramos un beso que no supo llegar.
Pasábamos las horas sabiendo que ese momento algún día iba a llegar, indefectiblemente, a nosotros.
Pero ahora, que me mirás desde el horizonte, que se difumina con el tiempo y con el lugar, voy corriendo hacia la eternidad, y mientras corro y te llamo a gritos mudos, a llantos sordos, cumplo mi condena.
Hoy.

16 mar 2012

La revolución es sudor.

La revolución es sudor. Porque el sudor es acción. Porque la acción es movimiento. Porque el movimiento es arte. Porque el arte es revolución.
Es cambiar. Es amar el hecho de cambiar. Es trascender y transgredir. Trasladarse.
Como hoy fue mañana, ayer fue hoy y nació siendo mañana, la revolución siempre será sudor.

24 feb 2012

El primer paseo.

Luego de cruzar tanta avenida y de caminar tanta ciudad, se adentró en el barrio y por fin se detuvo en una plaza que, apuñalada por angostos y pintorescos pasajes, vestía de primavera gracias a las hojas que, con un balanceo lánguido, caían de las copas de los árboles.
Recostó su rendido cuerpo sobre uno de los bancos que daba a los juegos, y decidió pasar el tiempo mirando a los niños jugar.
Se sentía a gusto teniendo, pese a su longevidad, la capacidad para reconocer el don que los niños tenían de emparentarse con un mundo que era total y absolutamente de ellos.
Podían pasar horas acorralados por las presencias de enemigos letales que ni el más cuerdo (de los adultos) podía notar, hablando con palabras que ni el más sabio lograba entender, y mimetizando su vida con un libro que ni el más reconocido escritor lograría escribir.
Le gustaba ver cómo congeniaban los mundos de los adultos y de los niños, y notar, una y otra vez, la manera en la que estos dos mundos chocaban con una compatibilidad inerte.
Pero si había un momento que lo sacudía bruscamente de su eje habitual, era el momento épico en el que un niño se aventuraba por primera vez en una bicicleta, ese momento en el que, luego de haber tomado el primer impulso, montaba la pierna que tendía en el aire sobre el pedal e, irguiendo el cuerpo y llenando la carita con esa justa medida entre miedo y expectación, mareaba el manillar de un lado a otro hasta que el pulso de la convicción por avanzar se hacía con él.
Y entonces sólo alegría irradiaba su alma, y sólo adrenalina corría en sus venas.

29 ene 2012

Lo que fue y lo que queda

Nos gustaba saltar por la calle y jugar a no pisar las líneas de las baldosas. Solíamos bajar corriendo las rampas y terminar el recorrido abrazándonos para protegernos del frío.
Pero ahora que nada es igual, ahora que nada me toca y soy todos para verte, y soy nadie para extrañarte.
Nos convertimos en las cenizas de un fuego que, alguna vez, supo arder. Somos el vestigio de un cuento de amor que existió.

18 ene 2012

Quisiera.

Quisiera saber
qué se siente besar a
quien yo le escribo.

Quisiera también
escribirle a quien beso
tener ese don.

Quisiera poder
conocer a quien gasta en
mí sus minutos.

Para al fin saber
quién me besa en palabras,
labios fantasmas.

Quiero escribirte un
beso en el cuello, cerca
sentirte. Siempre.

11 ene 2012

La soledad de un padre.

El cerrojo se empeñó en oponer resistencia al giro de la llave. La dilatación del metal dificultó la tarea de abrir la puerta, aunque a fin de cuentas logré pasar el marco y adentrarme.
Al dejar caer la llave en el segundo de las varias decenas de escalones, noté una quietud sórdida proveniente de arriba.
Con sigilo emprendí viaje arriba, y al llegar al descanso, olí cigarrillo.
Cuando vi que a mi padre, sentado en el apoyabrazos del sillón, recibía un baño de la luz de la luna y fumaba su cigarro como si estuviese besando por última vez, me acerqué.
En el momento que dedicó su rendida mirada hacia mí, advertí que sus cejas se arqueaban tristemente.
-Extraño a mamá. – largó casi como un quejido sonriente. En su voz había algo, una dulzura que nunca antes había escuchado.
-Yo también – le respondí casi sin aire.
Me secó las lágrimas con un pulgar y me arregló el pelo. Al hacerlo, me reduje a cerrar los ojos.
Se levantó y con un paso parsimonioso y vencido, se introdujo en su habitación.
Ese día comprendí que, paulatinamente, mi padre había empezado a morir por dentro.