27 may 2012

Detrás.

La calle se alfombraba por las hojas que aterrizaban suavemente y, encerrada por los árboles que se arqueaban bloqueando el cielo, respiraba un aire otoñal.
Lorena, sentó a su lado a su hija que, distraída, observaba el empedrado que se teñía de un ocre iluminado por los débiles rayos de luz que se entrometían por la copa de los árboles.
Cuando logró traerla de vuelta de su mundo, le habló en su tono habitual, calmado y apaciguado. Pero esta vez había algo distinto. Esta vez, su voz sonaba triste.
- ¿Te acordás de la abuela Lara, Zoe?- su voz sonaba como un somnífero.
- Sí.- dijo Zoe, mientras detenía la mirada en la copa de los árboles.
Esta vez, Lorena tardó en contestar.
- Entonces te acordás de que estaba enferma y que no se sentía muy bien. ¿Verdad?
- Sí.- volvió a repetir, mientras se escarbaba la nariz con un dedo.
- Bueno...- se tomó un momento para elegir cuidadosamente sus palabras.- La abuela Lara... estaba en el hospital hace unos días. No te lo dijimos porque no queríamos que la vieras así. Y hoy por la mañana falleció al dormirse. Quiere decir que no la vas a poder ver más.
Zoe, por primera vez, le dirigió a su madre sus grandes ojos marrones.
- ¡Claro!- respondió con absoluta naturalidad y prosiguió.- Porque todos los muertos vienen detrás.- Miró a su madre unos segundos más, y se dedicó nuevamente a contemplar la copa de los árboles. A Lorena le faltó el aire para responder.

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