5 abr 2012

Hoy.

La eternidad nos pertenecía, como un león agazapado en el tiempo, como una pluma que se balanceaba por el sinfín de corrientes de aire.
Los segundos nos esperaban, como el "toc-toc" interminable, de los zapatos impacientes, en una estación de tren perdida en el tiempo.
Éramos una incógnita tan deliciosa, como la curiosidad que al gato mató, a su rabillo del ojo, a nuestras miradas sesgadas.
Éramos un abrazo que no sabía terminar, éramos un beso que no supo llegar.
Pasábamos las horas sabiendo que ese momento algún día iba a llegar, indefectiblemente, a nosotros.
Pero ahora, que me mirás desde el horizonte, que se difumina con el tiempo y con el lugar, voy corriendo hacia la eternidad, y mientras corro y te llamo a gritos mudos, a llantos sordos, cumplo mi condena.
Hoy.

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