25 nov 2011

Monstruos.

Hay algo que se mueve en el fondo de nuestro hogar. Ese algo se está escondiendo bajo las paredes teñidas de vejez.
Son los recuerdos de ayer, que rugen, que queman. Son los monstruos que por la noche, mientras dormimos plácidamente, podemos escuchar.
Hay alaridos agitados, confundidos, que sucumben al pánico y quieren escapar. Son gritos que se esconden bajo el encierro y la humedad.

Lejano se oye el auxilio desesperado que ignoramos.
Y se llega a escuchar el movimiento sin sentido de los ojos.
Pero los monstruos piden a gritos salir, mientras corren hacia un lado y hacia el otro.

Ese algo que se mueve, que se esconde, que ruge y quema son las miserias que enterramos, en el fondo de nuestra mente y el corazón nuestro.
Son las tristezas que ocultamos bajo una máscara de ébano.
Es eso terrible que dentro de cada uno de nosotros se encuentra, y que escondemos frágilmente bajo un disfraz y pretender así, que reímos.

Esos monstruos que por las noches, cuando al fin estamos solos, dejamos escapar para que corran libremente por nuestras mejillas para terminar salpicando el suelo.

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